Grisélidis Réal
Trad., selección y prólogo de Vivian Lofiego
Escritora, pintora, prostituta dice la lápida de una tumba a escasos metros de la de Borges, en el Cementerio Los Reyes en Ginebra.
Polémica y contradictoria, la figura de Grisélidis Réal irrumpe como un torrente. Su vida y su arte subvierten lo establecido: las relaciones, la maternidad, la prostitución (“un arte, un humanismo y una ciencia”, en sus palabras), por cuyos derechos luchó hasta el fin de su vida.
La cárcel y su agonía final completan una experiencia vital extrema, imposible de separar de su quehacer poético. Sus versos, plenos de lirismo crudo y oscuro, saturados de imágenes despiadadas ofrecen, sin embargo, una mirada con cierto candor celebratorio, una entrega total y una perspectiva sin dudas inédita.
Grisélidis Réal nació en Lausana en 1929 en una familia de intelectuales. Pasó su infancia en Egipto, donde su padre dirigía la Escuela Suiza de Alejandría, y en Atenas. Su padre murió, volvieron a Lausana en permanente conflicto con su madre autoritaria, y se matriculó en la Escuela de Artes Decorativas de Zúrich, donde se diplomó en 1949 e intentó vivir de la pintura.
A los 20 años se casó para salir de la casa, tuvo su primer hijo y abandonó a su pareja por maltrato, a lo que siguió una serie de situaciones límite: nuevas relaciones, tres hijos más, pérdida de la custodia, recuperación y huida a Alemania. Allí intentó ganarse la vida como pintora, en pareja con un afroamericano esquizofrénico y dos de sus hijos. A causa de la violencia de su amante y una cruel falta de recursos, decidió prostituirse en 1961. La actividad que le permitió alimentar a sus hijos, y que inicialmente practicó para sobrevivir, se transformó en la base de su militancia hasta 1995.
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Grisélidis Réal
Trad., selección y prólogo de Vivian Lofiego
Escritora, pintora, prostituta dice la lápida de una tumba a escasos metros de la de Borges, en el Cementerio Los Reyes en Ginebra.
Polémica y contradictoria, la figura de Grisélidis Réal irrumpe como un torrente. Su vida y su arte subvierten lo establecido: las relaciones, la maternidad, la prostitución (“un arte, un humanismo y una ciencia”, en sus palabras), por cuyos derechos luchó hasta el fin de su vida.
La cárcel y su agonía final completan una experiencia vital extrema, imposible de separar de su quehacer poético. Sus versos, plenos de lirismo crudo y oscuro, saturados de imágenes despiadadas ofrecen, sin embargo, una mirada con cierto candor celebratorio, una entrega total y una perspectiva sin dudas inédita.
Grisélidis Réal nació en Lausana en 1929 en una familia de intelectuales. Pasó su infancia en Egipto, donde su padre dirigía la Escuela Suiza de Alejandría, y en Atenas. Su padre murió, volvieron a Lausana en permanente conflicto con su madre autoritaria, y se matriculó en la Escuela de Artes Decorativas de Zúrich, donde se diplomó en 1949 e intentó vivir de la pintura.
A los 20 años se casó para salir de la casa, tuvo su primer hijo y abandonó a su pareja por maltrato, a lo que siguió una serie de situaciones límite: nuevas relaciones, tres hijos más, pérdida de la custodia, recuperación y huida a Alemania. Allí intentó ganarse la vida como pintora, en pareja con un afroamericano esquizofrénico y dos de sus hijos. A causa de la violencia de su amante y una cruel falta de recursos, decidió prostituirse en 1961. La actividad que le permitió alimentar a sus hijos, y que inicialmente practicó para sobrevivir, se transformó en la base de su militancia hasta 1995.